Escribir sobre el rol de las mujeres indígenas*, sean amazónicas o andinas, en la conservación y protección de nuestro ambiente, es un reto muy grande. No solo por la importancia de su participación, sino también por lo indispensable de la misma. 

Cada vez son más las mujeres indígenas que luchan para que se les escuche y tome en cuenta. Basta con mencionar a Ruth Buendía, líder asháninka, actual vicepresidenta de Aidesep y ganadora del Premio Goldman Prize, o a Tarcila Rivera Zea, quien fue designada miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, fundadora de Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas, y a Ketty Marcelo López, quien junto con cientos de mujeres conforma Onamiap, organización nacional de mujeres indígenas andinas y amazónicas del Perú.

Sin embargo, la participación de las mujeres en la organización y estructuras indígenas aun varía mucho, dependiendo de diversos factores como la etnia a la que pertenecen, la ubicación del pueblo, el nivel de asimilación, entre otras cosas. Ni qué decir de su participación en la política nacional.

Tradicionalmente se ha descrito el rol de la mujer indígena como la responsable de la protección de la identidad cultural, las lenguas nativas, conocimientos tradicionales, la preservación de los recursos naturales y de nuestra biodiversidad. Incluso, se ha descansado en sus manos la seguridad alimentaria de todos.

A pesar de ello, las mujeres indígenas continúan siendo objeto de los más grandes niveles de discriminación, por ser mujeres, por ser indígenas y por ser mujeres indígenas. Son ellas quienes tienen las menores posibilidades de ejercer sus derechos individuales como colectivos, que van desde su libertad sexual, hasta sus derechos sobre la tierra. Además, son prácticamente invisibles en los procesos de formulación de políticas, programas y mecanismos de participación a todo nivel.

Si bien podemos resaltar algunos avances en este campo tales como la incorporación en múltiples comités de organizaciones indígenas vinculadas a la defensa de derechos de las mujeres indígenas, su reconocimiento como bastión en la protección de los conocimientos tradicionales, y su rol en la seguridad alimentaria, aún falta mucho camino por recorrer. Seguimos siendo un país que no asume sus raíces, por lo que la exclusión y discriminación contra los pueblos indígenas suele ser una constante, y en este contexto, la situación de las mujeres es más complicada aún. La mujer es minimizada y ganar un espacio y voz cuesta y cuesta mucho esfuerzo.

Resulta indispensable y urgente ver más allá del rol tradicionalmente identificado, para analizar y fortalecer el liderazgo de las mujeres indígenas en procesos y políticas públicas clave como lo son la seguridad jurídica de las tierras indígenas y la prevención y gestión de los conflictos socioambientales. Aquí, resulta necesario que el Estado, la sociedad civil y las mismas organizaciones indígenas trabajen propuestas basadas en enfoques de interculturalidad y de género, que se vean reflejados en los estatutos de las organizaciones, en las cuotas de participación, en las metas e incentivos.

Sigue pendiente y resulta urgente valorizar su rol e importancia para nuestra sociedad y para el desarrollo sostenible, y garantizar el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos. Es momento de visibilizar a la mujer indígena, su lucha diaria, sus conocimientos, y su gran aporte a que seamos cada vez una mejor sociedad.